Porque suena el timbre, y bajo expectante. Ya sé quién me espera tras esa puerta. Después de meses, vuelvo a reconocerlo esperándome a travéz del vidrio. Y nuestras miradas se encuentran, pero no nuestros labios. El regalo prometido en sus manos; la esperanza de un mundo mejor en su sonrisa. Pero por primera vez no estaremos solos. Sube las escaleras, saluda a mi familia. Oh, ojalá pudiera quedarse aquí conmigo. Todo parece tan natural. Preparo dos tazas de té y lo conduzco a mi cuarto (como si no conociera cada centímetro de mi habitación, mi colchón). Un simple intercambio de palabras, al compás de un acústico de Soda. Y mis ojos se encuentran con los suyos, y retengo mis ganas de decirle todo. No se acerca, no me acerco; entre nosotros, un infinito. Presiento que se acerca la hora; su partida se aproxima, y no puedo hacer nada para que se quede. No puede desearme. "Una eternidad esperé este instante, y no lo dejaré escapar.." resuena en mi interior, acompañado de la voz de Cerati. Nadie podría haberlo explicado mejor. Una eternidad esperé que estuviera acá; si tan solo pudiera quererme. Su corazón busca a aquella que le dejó el dibujo en su cuarto. Imagino su piel rozando y un escalofrío me recorre el cuerpo. Aquella que busqué incansablemente, que encontré, que analicé y me decepcioné. "Un sorbo de distracción, buscando descifrarnos. No hay nada mejor, no hay nada mejor que casa. Té para tres" gritan suavemente mis parlantes. Y es que eso es lo que somos, Té para Tres. Porque lo reclamo como mío, porque me abandona como suya. Y parece adivinar lo que pienso, porque su cara cambia notablemente cuando esto se me viene a la mente. O tal vez sea mi rostro el que grita lo que siento. Lo necesito como mío; pero sólo puedo describirnos como Las tazas sobre el mantel; la lluvia derramada. Un poco de miel, un poco de miel no basta..
Porque en realidad, lo que tuvo la descencia de traer hasta mi casa, es el Cheescake del adiós. Adiós y hasta nunca implícito.