lunes, 4 de octubre de 2010
MARIANO
Martes a la tarde, suena el celular. Abro la tapa, un mensaje. 'Mas te vale que el jueves estés en tu casa que te paso a ver'. Sí, eras vos. Gracias, al fin te voy a ver. Llego el jueves, te mandé un mensaje. Ibamos a ir a comer juntos. Toda la mañana felíz. Vuelvo caminando a mi casa, mejor dicho, vuelvo casi corriendo; ya te quería ver. Suena el timbre; '¿Quién es?' y tal como era en el pasado escucho tu voz por mi portero 'yo fiore'. Baje, y ahí estabas. Sí, igual que hace un año. Yo bajando por las escaleras y viendote ahi parado, esperandome. Sonreí mientras abría la puerta. No creo que mi cara reflejara toda mi felicidad, nunca lo hace. Te abrazé , te abrazé fuerte como nunca abrazé a nadie. Otra vez estabamos así. Te miré, te recordé. Te miré y nos recordé. Estabas igual que la última vez que te ví. Estabas igual que esa noche, que te miré alejarte, que te miré doblando en la esquina; sabiendo que tal vez no te volvería a ver. Hablamos como si no hubiera pasado casi un año. Hablamos de todo, pero de nada. Se me hace difícil acostumbrarme a la idea de que ya no te tengo acá. Hablamos, hablamos y nos reimos. Hablamos y te sonrei. Hablamos y confiamos en el otro. Hablamos y nos abrazamos. Hablamos y te extrañé. Fue como un día en el pasado. Todo estaba perfecto, salvo por el hecho de que como Cenicienta, los dos teníamos una hora para volver a la realidad.En algún momento la fantasía tenía que terminar. Pero no podíamos esperar a las 12. Todo llegó mucho antes. Hablamos del pasado, del nuestro. Me hace acordar los buenos días que fueron. Como siempre vos te acordabas muchas más cosas que yo, pero eso ya es costumbre. Te mostré lo especial que eras, acordándome una fecha. La fecha de nuestra despedida. Volvimos al año pasado, volvimos a caminar sin rumbo, a comer helado a montones, a patiar piedras, a nombrar las cosas.. Volvimos a ser nosotros. Volví a ser libre como no soy con nadie. Creo que me quedé absorta observándote un largo rato, cada centímetro de tu cara. Quería recordarte de esa manera. No quiero que se desvanezca entre el resto de la gente, quiero que siga siendo así de especial. Te escribí en un papel de chicle, lo más improvisado posible. Es que también tengo miedo que me olvides. Te escribí que te quiero mucho y que nunca te voy a olvidar. Me miraste y te miré, y tocó la hora de nuestra despedida. Ya había cola de gente que también quería verte. Un solo día acá no basta. Te necesito aca , siempre , todo el tiempo. Te abrazé fuerte, mientras otra chica nos esperaba. Me fui caminando, lento. No quería que pasara el tiempo. No me quería alejar. Sabía que cuando llegara a mi casa, la realidad me caería como una piedra sobre mi cabeza. Prefería ignorar el hecho de que ésta sería la última vez que nos veríamos. Interminable, media hora pasó y llegó la realidad. Me senté en la escalera, no podía siquiera llegar hasta la puerta de mi casa. La gente pasaba, ignorante. La gente pasaba, cada una encerrada en su pequeño mundo personal, cada uno con sus preocupaciones. Y yo estaba ahí, sentada en el piso. Ahí, extrañándote. Por fin tube las fuerzas para poder llegar hasta mi casa, hasta mi cama. Me acoste y caí en el más profundo de todos los sueños. Así ya no tendría que extrañarte. Así ya no tendría que pensarte. Pero no pude. Me levanté, escuche nuestra canción y lloré. Te hice una carta; esas cosas muy extrañas en mí. Perdoname por no haber podido mostrarte lo que sentía antes. Tuviste que irte para que me diera cuenta de cuánto me hacés falta. Tuviste que desaparecer para que pudiera notar que esas pequeñas cosas que hacías todos los días, eran realmente importantes; para saber que eras esa persona en la que yo podía confiar, y que siempre iba a estar ahí; no importara la hora o el día. Espero poder haberte hecho felíz de la misma manera en la que vos me hiciste a mí. Terminé de escribirte la carta y te mandé un mensaje. 'Por favor necesito verte una vez mas antes de que te vayas'. Me respondiste que ya estabas viniendo a mi casa. Me sequé las lágrimas y bajé. Otra vez, ahí estabas vos. Te vi y me abrazaste. Me abrazaste y lloré. Creo que eso te dejo sin palabras; porque solo después de dos minutos de ese silencio que decía mucho, lo único que pronunciaste fue: nunca te había visto llorar. Caminamos, guardamos nuestros recuerdos en un cajoncito secreto del corazón, reimos, nos abrazamos.. Ahora sí llegó la hora de despedirnos para siempre. Te pregunté si nosotros nos íbamos a seguir viendo siempre, me dijiste que de eso no tenías ninguna duda. Te abrazé, pero contuve mis lágrimas. Buscaste mi carta dentro de tu mochila para leerla, sabías que me daba vergüenza. Salí corriendo y así llegué hasta mi casa. Un mensaje tuyo. Creo que fue el mejor final. No esperaba despedidas tristes, solo felicidad. Como todo nuestro tiempo juntos. El resto lo dejamos para la próxima. Cinco meses no son nada.
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